La relación del hombre con Dios

Dios

 Trato a continuación la segunda cuestión referente al primer objeto de la religión, que concierne a la relación del hombre con Dios. Debemos recordar que es totalmente diferente creer en algo y establecer una relación especial con ello. Por ejemplo, toda persona culta cree en la existencia real de los Polos norte y sur, pero, con la excepción de quienes están implicados en la investigación polar, nadie está especialmente interesado en ello, y la simple mención de los Polos no crea ningún sentimiento en particular en la mente del público en general. Por el contrario, el más pequeño hecho relacionado con una persona u objeto con el que uno está interesado, basta para excitar sus propios sentimientos. Es por tanto relevante inquirir en qué tipo de relación entre el hombre y Dios insiste una determinada religión. La respuesta a tal cuestión y la naturaleza de tal relación constituye prueba de la verdad o falsedad, éxito o fracaso de dicha religión. Si una religión insiste en algo que atenta contra la Majestad de Dios, concluiremos en que no tiene una apreciación real de los atributos de Dios. Si por el contrario, exige algo, aunque no sea inaceptable, que no ha podido ser cumplido por sus seguidores en alguna ocasión, deduciríamos que tal religión fracasó en su objetivo.

Una consideración sobre los atributos de Dios, a los que me referí anteriormente y que son aceptados por casi todas las religiones, muestra que nuestra verdadera relación sólo tiene lugar con Dios, pues El es el creador de nuestro ser. El creó todo lo necesario para nuestro confort, progreso y éxito. Nuestra vida futura depende de Su Gracia. Nuestros padres, hijos, hermanos, esposas, maridos, ciudadanos, gobiernos, países, propiedades, categoría, honor y la propia vida, no están más cercanos a nosotros que Dios mismo, pues de tales dones, El es el Creador.

En realidad, una vez que nos percatamos de la naturaleza de los atributos antes descritos, no podemos aceptar por verdadera a ninguna religión que no exija al hombre colocar su amor por Dios por encima de todas las demás cosas, respetarle y obedecerle sobre todas las potestades terrenales, estar dispuesto a sacrificar todo a Su Voluntad y no tolerar posponer Sus mandamientos por cualquier otra causa. Una verdadera religión debe requerir al hombre amar a Dios con un amor más grande y profundo que el que siente sobre los objetos mundanos de su agrado; pensar en El y recordarle más que a ningún otro ser amado. No debe ser considerado simplemente como una parte del Universo, como los ríos o montañas de una tierra lejana, sino que debe sentírsele como fuente principal de toda la vida, el centro de toda esperanza, el foco de todas las miradas. Esto es exactamente lo que el Islam enseña.

El Santo Corán dice: (Al-Taubah, v. 24):

“Diles: “si vuestros padres, vuestros hijos y vuestros hermanos, vuestras mujeres y vuestras gentes, y la riqueza que habéis adquirido, y el negocio cuya ruina teméis y las viviendas que amáis os son más queridos que Al-lah y Su Mensajero y que los esfuerzos por Su causa, entonces esperad que Al-lah venga con Su juicio; pues Al-lah no guía a las gentes desobedientes”.

Una persona no puede llamarse musulmán hasta que no establezca con Dios la relación descrita en este versículo. Debe estar permanentemente dispuesto a sacrificar cualquier objetivo y sentimiento por el deseo de agradar a Dios, debiendo preferir Su amor sobre todo lo demás.

En otro versículo, el Santo Corán describe un indicador seguro del amor hacia Dios, en los siguientes términos: (Al-Imran, v. 192);

“Que se acuerdan de Al-lah cuando están de pie, sentados y tumbados sobre su costado…”

Se encuentran de tal forma poseídos por el amor de Dios, que en cada instante, desean acercarse a El y se pierden en Su contemplación y meditación, de forma mucho más intensa de la que un amante se abandona a la contemplación del objeto de su amor. El recuerdo de Sus Bondades y Sus Excelencias, el deseo de encontrarse cerca de El y el anhelo de convertirse en uno en El, les posee cada instante. Trabajando o descansando, de pie o sentado, caminando o durmiendo, constantemente piensan en El. De nuevo, el Santo Corán declara; (Al-Anfal, v. 3):

“Sólo son verdaderos creyentes aquéllos cuyos corazones se estremecen cuando se menciona el nombre de Al-lah, que aumentan su fe cuando se les recitan Sus Signos y ponen su confianza en su Señor.”

Es decir, creen que ninguna empresa puede arribar a buen fin sin Su ayuda y que todo éxito depende de Su Gracia.

En este punto quiero deshacer un malentendido común concerniente a las enseñanzas del Islam y que supone la creencia de que el Islam muestra un completo desprecio de los medios materiales e insiste únicamente en la confianza de Dios. Sin duda, tales ideas son mantenidas por ciertas personas, pero no son las enseñanzas del Islam. El Santo Corán declara repetidas veces que Dios creó todo en el mundo para uso y beneficio del hombre, no pudiéndose afirmar por tanto que exija despreciar los recursos materiales. En una cita se exhorta; (Al-Baqarah, v. 189):*

“En cada trato que hagáis, adoptad los medios que os he señalado”

Los medios materiales también son creación de Dios y su uso adecuado en todas las acciones es absolutamente necesario. También dice; (Al-Nisa, v .72):

“¡Oh vosotros, los que creéis tomad vuestras precauciones!;”

Y en otro lugar; (Al-Baqarah, v. 198):

“Cuando salgáis de viaje, haced las provisiones necesarias”

En cierta ocasión una persona vino a visitar al Santo Profeta (la paz y bendiciones de Dios sean con él), y éste le preguntó cómo había asegurado a su camello. El hombre replicó que, confiando en Dios, lo había dejado a Su cuidado. El Santo Profeta (la paz y bendiciones de Dios sean con él), replicó: “Tal cosa no es confiar en Dios. La confianza en Dios supone asegurar primero las riendas del camello y después confiar en Dios.” Significando que la confianza en Dios no exime de tomar las precauciones adecuadas. Significa creer que Dios es un Ser Vivo, que controla todo el Universo y que las consecuencias de toda acción está regulada por Su Voluntad. El protege a los creyentes en situaciones en las que éstos no son siquiera conscientes del peligro, y constantemente cuida de sus asuntos. Confiar en Dios es creer que Dios ayuda a sus siervos en sus aflicciones y desamparos y, sin Su ayuda u oponiéndose a Su Voluntad, los recursos materiales resultan inservibles. En otras palabras, es una actitud mental y no el sustituto de una acción o misión física.

Continuando, dice el Santo Corán; (Al-Tauba, v. 72):

“…Pero el agrado de Al-lah es lo mas grande de todo…”

El hombre no debe basar su relación con Dios en la esperanza de alguna recompensa en esta vida o en la siguiente. Su único objeto debe ser ganar el agrado de Dios, pues siendo Dios el verdadero amado, supondría una afrenta a Su Amor preferir cualquier cosa u objeto a su deseo.

Este breve comentario explica la relación que, de acuerdo con el Islam, debe existir entre Dios y el hombre. Todo el que sinceramente cree en Dios estará de acuerdo en que nuestra relación con Dios ha de ser exactamente de la naturaleza expuesta anteriormente.

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